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Amelia GUIBERT NAVAZ
María Ana Sanz.
Para entender los variados sentimientos nacionalistas de María Ana Sanz, es imprescindible situarla dentro de la época en que se desarrolló su vida.
A lo largo del siglo XIX, se desarrollarán tres guerras civiles en España en las que se enfrentan dos concepciones políticas contrapuestas: Liberalismo y Carlismo, defensores del cambio o el conservadurismo, en todos los campos. En el terreno político-administrativo los liberales defenderán (habría que abrir un paréntesis en el complejo sexenio revolucionario 1868-1974) la centralización administrativa, los carlistas, la descentralización (Dios, Patria, Rey y Fueros).
Tras el fin de la última guerra carlista, durante la larga etapa de la Restauración, va a haber una mayor diversidad política: el Liberalismo se divide en dos fuerzas políticas: Conservadores y Liberales; va cobrando fuerza el partido Demócrata, así como el Socialismo y el Anarquismo como consecuencia de importantes cambios económicos y sociales. Frente a la férrea centralización impuesta, y la supresión de los fueros del País Vasco, surgirán movimientos nacionalistas en el País Vasco, Cataluña y Galicia ya en el último tercio del siglo. Estos movimientos tendrán especial protagonismo en el primer tercio del siglo XX y durante la Segunda República Española.
María Ana Sanz nace en 1868 —en un pueblo del valle de Arakil— aunque en el seno de una familia urbana relacionada con la enseñanza y el arte, en un entorno liberal. Como consta en la biografía (n.º 506 de Euskonews) su padre, Mariano Sanz, será pintor y profesor de la Escuela de Dibujo de Pamplona, como sus hermanos, y sucederá a su padre, Miguel Sanz y Benito —Director de la primera Escuela Pública de Dibujo— en la dirección de la misma. Su madre, Mercedes Huarte y Callís, fue directora durante 50 años de la escuela de niñas del prestigioso Colegio Huarte de Pamplona.
Debido a la trayectoria familiar, básicamente urbana, no es difícil constatar en María Ana una concepción de España como unidad, patente en los liberales desde la Constitución de Cádiz. Sus estudios en diversas ciudades españolas: Pamplona, Zaragoza y Madrid; su relación con la Institución Libre de Enseñanza y con la generación del 98 afianzarán esa concepción. La Guerra de Cuba y, fundamentalmente, la de Marruecos, en las que mueren muchos soldados españoles, serán momentos especiales de exaltación “patriótica”. Sus actuaciones como miembro de la Cruz Roja y madrina de guerra le llevarán a escribir textos en los que se observa su gran implicación sentimental ante esta guerra . Por otro lado, no cabía en María Ana, que murió antes de la Guerra Civil, la asociación del concepto “Patria” - “España” - “Himno Nacional” - “Bandera” con el franquismo.
Pero su concepción de España no anula sus sentimientos vascos. En María Ana se ven claramente los rasgos que tradicionalmente ha tenido la mujer, no sólo por ser mujer, sino también por ser navarra y vasca: carácter firme, fortaleza, bondad, generosidad, espiritualidad, amor al hogar, responsabilidad máxima en la familia y economía doméstica. Resulta significativo que una de las pruebas que las amonas realizaban a sus posibles nueras en el medio rural del norte de Navarra era ponerlas a pelar patatas: se elegía a la que realizaba la acción en menos tiempo y quitando únicamente la piel. Siempre recuerdo que mi madre me decía sonriendo al verme pelar patatas: “hija, si hubieras nacido antes, nunca te hubieras casado”.
Se añaden las cualidades específicamente vascas: respeto sagrado a las tradiciones, a la cultura, y, también, a su entidad e intimidad personal, celosamente guardada. Todo ello configura un “estilo” que María Ana Sanz supo transmitir a sus hijas.
Se debe resaltar, pues, su amor a las manifestaciones de la cultura vasca: lengua, tradiciones, canciones —muy en especial esas entrañables, y únicas, canciones de cuna y villancicos—, bailes y fiestas locales y domésticas, donde no puede faltar el prodigio de una cocina peculiar, hecha, como decía mi madre citando una conocida frase: “despacio, despacio y con amor”.
Todo ello forma parte de esa Cultura, que María Ana Sanz heredó y supo legar, ya que consideraba que “debía ser transmitida de generación en generación”.
Fuera del ámbito familiar, en el que María Ana tuvo una gran actividad, mostró su sentimiento vasco en diversas ocasiones. Voy a mostrar tres facetas: en primer lugar, su relación con Campión y la Sociedad de Estudios vascos; en segundo lugar textos entresacadas de sus escritos y conferencias y, en tercer lugar, su actuación para la creación de una cátedra de vascuence en la Escuela de Magisterio de Navarra.
Efectivamente, María Ana Sanz tuvo una relación con el movimiento impulsado por Arturo Campión que le llevó a participar en el II Congreso de Estudios Vascos, celebrado en Pamplona, en 1920, con una ponencia que será publicada por la Sociedad. La afinidad cultural hará que ambos, Campión y María Ana Sanz, sean nombrados socios de honor cuando se cree el Ateneo Navarro en 1932.
En un mundo protagonizado por los hombres María Ana pudo destacar, como otras mujeres relevantes, por méritos propios.
En segundo lugar, como demostración, se citan frases textuales pronunciadas por María Ana Sanz. Una es el final de la conferencia que dio en el Ateneo Navarro de Bilbao en 1926 y dice: “El ejemplo está dado y para honra y gloria nuestra viene de nuestra propia casa, de nuestro noble solar vasco. No se juzgue vituperable orgullo de raza el culto a nuestras grandezas, que nunca fue pecado honrar a la madre. En el país vasco tienen las instituciones escolares un arraigo excepcional. Ha tremolado con valentía el guión de la nueva cruzada por el niño.
Pero las obras no son grandes porque se instituyen, sino porque se mejoran y se perpetúan. Adelante con la empresa. Por el niño, por su salud, por su dicha en honor de Vasconia”.
Y se incluye, también, por significativo el texto entresacado de una conferencia sobre Historia de Navarra, en la que dice: “...hablaban los vascones su lengua milenaria, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, anterior a todo idioma conocido; el euskera, lengua venerable por su valor histórico, signo distintivo del vascón que le hace inconfundible entre todos los pueblos de la tierra”.
En tercer lugar, se considera altamente relevante el amplio artículo que se publica, en portada del Diario de Navarra, con el título “Cátedra de vascuence”, el nueve de septiembre de 1916.
Inicia el artículo defendiendo que “Todos cuantos sentimos vibrar en lo hondo el amor a la región que nos vió nacer” deben conservar y propagar de “nuestra raza” “sus rasgos privativos”, y que, “entre todas las manifestaciones del alma regional, ninguna condensa como su idioma la virtud de su egregio origen, de su sencilla grandeza, de su austera moral, de su bondad ingenua, de su valor heroico”.
Y tras señalar la importancia en el mundo rural de la Escuela y de la Iglesia añade:
“Hay que conservar el idioma vasco allí donde se hable, y procurar reanimarlo allí donde parece extinguirse; hay que depurarlo y enriquecerlo: hay que vencerlo y hacerlo amar; pero es también obligación sagrada e inalienable que todo vasco, en el mero hecho de ser español, hable y ame la lengua española, vehículo del pensamiento, medio de comunicación, lazo de amor entre todos los hijos de la Patria común.
Colisión entre ambos deberes nunca debió existir si la cuestión bilingüe en las provincias que tienen su idioma ó dialecto se hubiese tratado con alteza de miras ajena a toda pasión sectaria.
Lo que hay que hacer es estudiar y poner en práctica los medios de evitar la postergación del vascuence, compaginando su uso con el del español.
Con esta ponencia María Ana Sanz logró que en las conclusiones del II Congreso de Eusko ikaskunza se aprobaran sus propuestas de educación de la mujer, propuestas citadas textualmente, y en cursiva, en el nº 495 de Euskonews.
Ante todo es preciso infundir en todos los tonos y por todos los ámbitos del solar vasco el respeto, la admiración por el ancestral idioma, considerándolo como herencia sagrada de valor incalculable, que debe ser transmitida pura e íntegra de generación en generación.
Guardémonos de inferirle la ofensa de juzgarle imperfecto y tosco para la manifestación del pensamiento ilustrado, bueno solamente para verter en él la expresión de escasos matices de la sencilla vida del bordari.
Si somos los primeros en desdeñarlo, ¿cómo lo defenderemos de los ajenos desdenes?
Es preciso también evitar el antagonismo entre la lengua nacional y la regional.
Cada una tiene su radio de acción en el que puede desenvolverse sin molestia ni amenaza para la otra.
Precisamente la infancia tiene un asombroso poder de adaptación para aprender las lenguas vivas, y es en la infancia cuando debe el vasco simultanear el conocimiento y uso de ambos idiomas”.
A continuación, se hace la pregunta: “¿Cómo?” Y se muestra partidaria de que sea la familia la encargada de enseñar el euskera como lengua materna que el niño aprende fácilmente. La edad escolar será el momento oportuno para ampliar el lenguaje materno “siempre necesario” ya que “como español, el niño necesita educar su oído, su voz, su alma en la imponderable armonía del habla nacional, y es la Escuela Primaria quien ha de proporcionarle los medios conducentes”.
Y es ahí donde María Ana ve un grave problema ya que el maestro desconoce la lengua materna del niño creándose grandes problemas de comunicación entre niño/maestra ante:
“la enorme dificultad de interrogar el espíritu infantil, penetrarlo, conocerlo, infundirle amor y confianza careciendo del uso imprescindible del habla común.
Días grises, lacerantes, desconsoladores, pendidos en el vacío, donde la maestra intenta vanamente orientarse.
Quien haya recogido de labios de las mismas maestras la impresión de las vicisitudes sufridas en casos análogos sabrá la verdad de nuestro aserto: mientras los maestros no conozcan la lengua materna del niño, toda tarea educativa es imposible; la maestra será una extraña, la escuela centro de tedio y tortura en completa separación del hogar”.
Joxean y Karmele, tataranietos de María Ana Sanz.
Y termina:
“¿Se ve palpable la necesidad de que en las Escuelas Normales navarras se cree una cátedra de vascuence que obvie las dificultades del doble idioma?
Cierto que el plan de estudios es recargadísimo; pero sorteando con tino las dificultades que de él y de otras causas provengan, no sería aventurado prometerse con un poco de buena voluntad por parte de todos el resultado apetecible en corto plazo.
Al desinterés de las entidades y personas amantes del país que ansían en él lo progresivo con lo tradicional, nos remitimos.
MARIA ANA”.
El tema de la lengua en la prensa y el movimiento emprendido para su conservación y difusión cuajará en la creación de cátedras de euskera en el Seminario y Escuelas Normales. La Cátedra de Euskera en la Escuela Normal, que ya fue aprobada por la Diputación en 1897 —aunque, tras un concurso oposición, fue declarada vacante— será una realidad en 1922, año en que la Cátedra de Euskera recaerá en J. Aranzadi.
Y, por último, se deben destacar sus sentimientos navarros. Tenía un amplio conocimiento de la Historia y el Derecho de Navarra como profesora especialista en la Escuela Normal. Fueron, por ello, muchas las conferencias que dio en diversos foros. También realizó trabajos de investigación de calidad como el estudio sobre Los Teobaldos.
Pero, quizá, lo que mejor refleja sus sentimientos navarros es el hecho de llegar a dimitir como Directora de la Escuela Normal ante un contrafuero cometido por el Estado al nombrar ilegalmente, según el derecho foral, a una profesora en las Escuelas Anejas de San Francisco, algo que, como Directora de la Escuela Normal, no podía admitir.
En un momento como el actual, en que los medios de comunicación superan, en muchos casos, la transmisión cultural de una peculiar manera de ser, debemos agradecer, en especial a las madres que nos han transmitido esa manera de ser, ese definido anteriormente “estilo” patente en María Ana Sanz Huarte.
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